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Capítulo 8

JUSTIFICACIÓN

Perdón de Pecados por la Sola Fe

Mira el indice del PRESENTANDO EL CRISTIANISMO A LOS MORMONES  por Eric Johnson

«En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre

bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos».

Hechos 4:12

RESUMEN DEL CAPÍTULO

Todo el cristianismo es acerca del total perdón de los pecados. La Biblia enseña que está disponible sólo a través de la fe en la obra realizada por Jesús en la cruz. Este es un concepto diferente al de tener que realizar ciertas obras u obligaciones para pretender obtener la vida eterna. Los esfuerzos de una persona no son suficientes para pagar ni la más mínima parte de la deuda por el pecado. Mientras que los seguidores de otras religiones preguntan qué hay que hacer para el perdón de los pecados, el cristiano pregunta: «¿Qué hizo Dios por mí?». Y eso, marca toda la diferencia del mundo.

El 9 de noviembre de 2019, me detuve al otro lado de la calle del estadio Lavell Edwards en Provo, Utah. Esto sucedió, un par de horas antes de que los Pumas de la Universidad Brigham Young (BYU), propiedad de la Iglesia de los SUD, jugaran un partido de fútbol americano contra el equipo del alma mater de mi hija mayor, la Universidad Liberty (Lynchburg, VA). En la mano, sostenía un ejemplar de El Milagro del Perdón (en inglés, The Miracle of Forgiveness), un libro popular escrito en 1969 por Spencer W. Kimball, quien posteriormente se convertiría en el duodécimo presidente de esa Iglesia. Otros diez ejemplares adicionales se encontraban en una caja de cartón.

     A varias docenas de aficionados de la BYU que pasaban a mi lado les decía: «Una copia gratis de El Milagro del Perdón». De otro lado, mi esposa sostenía un gran cartel con una fotografía ampliada del libro que decía en la parte superior: «Copia Gratis».

     «Este es un libro que todo Santo de los Últimos Días debería leer. Venga y obtenga una copia gratis».

     Desde el otoño de 2014, he comprado de este libro más de 1.300 ejemplares de segunda mano, en tiendas locales de Utah por un dólar o dos cada uno y he destacado varias docenas de citas pertinentes en cada uno de estos ejemplares. Cuando me preguntan por qué regalo el libro, explico cómo Kimball interpretó con precisión pasajes bíblicos únicos de los SUD que describen los requisitos necesarios para ir al reino celestial. Aunque algunos mormones no están de acuerdo con un líder fallecido como Kimball, es imposible ignorar estas referencias ya que se supone que su religión se basa en estas escrituras.

     Ubicarme en un lugar público mientras regalo libros escritos por una autoridad general de los SUD es una táctica que me ha permitido atraer públicamente a una audiencia mormona. Muchos Santos de los Últimos Días de edad avanzada ya tienen un ejemplar, por lo que es posible que solo reparta entre 12 y 15 de los libros durante cualquier sesión de evangelización. Aunque no regale muchos libros, decenas de conversaciones breves son iniciadas particularmente con los mormones más jóvenes. Aunque la mejor parte, es que rara vez me llaman antimormón, en claro contraste con las muchas veces que he repartido periódicos o folletos con literatura cristiana.1

El autor (en el centro, usando una gorra y hablándole a una pareja de Santos de los Últimos Días), le habla a una pareja, afuera del estadio, donde las Panteras de la BYU juegan fútbol americano. Fotografía de Terry Johnson.

Como Kimball atestigua en su libro, el evangelio del mormonismo es contrario a lo que se enseña en el cristianismo bíblico.

EL MILAGRO DEL PERDÓN Y EL EVANGELIO

IMPOSIBLE DEL MORMONISMO

Debido a que el libro El Milagro del Perdón, no es parte del canon bíblico del mormonismo, algunos Santos de los Últimos Días, rápidamente desechan el libro como «anticuado» a pesar de que se han distribuido varios millones de ejemplares. Los líderes de la iglesia local (conocidos como obispos) fueron conocidos por repartir copias a los miembros desobedientes como un recordatorio de los estrictos y necesarios requisitos para calificar a la vida eterna. El libro ha sido elogiado en varias sesiones de la Conferencia General. Por ejemplo, en abril de 1970, el apóstol Richard L. Evans lo calificó de «obra maravillosa», mientras que otro apóstol, Richard G. Scott, en abril de 1995, dijo que proporcionaba una «magnífica guía para el perdón». Cinco años después, Scott calificó el libro de «inspirado».2

     Durante muchos años, una copia ha estado exhibida de forma destacada en el segundo piso del Museo de Historia de la Iglesia en Salt Lake City, bajo el retrato de Kimball. En 1998, la Primera Presidencia editó una versión en cuero que se regaló como obsequio de Navidad a los empleados de la Iglesia.3 En una tarjeta que acompaña al libro se lee: «Nos complace presentarles esta edición clásica del libro El Milagro del Perdón del presidente Spencer W. Kimball. Las esclarecedoras enseñanzas del presidente Kimball sobre la Expiación de Jesucristo son un precioso tesoro para todos los que siguen al Salvador». En 2006, la Iglesia publicó el manual Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: Spencer W. Kimball, que fue estudiado por los miembros de la iglesia al año siguiente. El manual citó El Milagro del Perdón, 69 veces, incluyendo 22 citas en el capítulo 4, titulado «El Milagro del Perdón».

     De pie, en la esquina de la calle frente al estadio, vi a un joven –que según supe más tarde– era un estudiante de segundo año en la universidad, propiedad de la Iglesia de los SUD y que esperaba a que el semáforo del paso de peatones se pusiera en verde.

     «¿Una copia gratis?» le pregunté mientras sostenía el libro hacia él.

     Respondió con seguridad: «Ya lo leí. Es excelente».

     «Ya que ha leído el libro, podría preguntarle sí está cumpliendo con éxito todas las cosas que el presidente Kimball dijo que debía hacer».

     Me miró con una sonrisa antes de responder: «¿Está sugiriendo que tenemos que ser perfectos?».

     Antes de que pudiera responder, el semáforo se puso en verde y la multitud empezó a cruzar la calle. Vi cómo el joven hacía señas a sus amigos para que siguieran y les decía que se reuniría con ellos dentro del estadio.

     Cuando se acercó a mí, me presenté y me dijo que se llamaba Marcus. Decidí responder a su pregunta sobre tener que «ser perfecto» con una pregunta mía.

    «Marcus, ¿sabía que el presidente Kimball dijo que era posible ser perfecto?». Fui a la página 286 del ejemplar que tenía en la mano y le mostré dónde escribía Kimball,

«En el contexto del espíritu de perdón, un buen hermano me preguntó: ‘Sí, eso es lo que hay que hacer, pero ¿cómo se hace? ¿No hace falta un superhombre?’. ‘Sí’ dije, ‘pero se nos ordena que seamos superhombres. Dijo el Señor, ‘Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto’ (Mateo 5:48). Somos dioses en embrión y el Señor demanda de nosotros, perfección».4

     Esta no fue la única vez que Kimball dijo que la perfección era posible. Le mostré a Marcus la página 209, donde esta autoridad afirmaba que «ser perfecto significa triunfar sobre el pecado. Este es un mandato del Señor. Él es justo, sabio y bondadoso. Nunca exigiría nada a sus hijos que no fuera para su beneficio y que no fuera alcanzable. Por tanto, la perfección es un objetivo alcanzable».

     Antes de responder, Marcus se tomó su tiempo para pensar en lo que le había dicho: «El presidente Kimball no dijo que hay que ser perfecto en esta vida, sólo en la próxima».

     Pasé a la página siguiente, donde Kimball escribió: «Como he indicado anteriormente, el tiempo para hacer esto, es ahora, en la mortalidad». Podría haber señalado otras citas del libro. Por ejemplo, él citó Alma 34:32 en el capítulo titulado —«Esta Vida es el Tiempo» (en inglés, “This Life Is the Time”)— que dice: «Porque he aquí que esta vida es el tiempo para que los hombres se preparen para encontrarse con Dios». Comentando esto, Kimball escribió en la página 10, «que el momento de actuar es ahora, en esta vida mortal». En la página 168, escribió que, «no debemos esperar a la vida del más allá, sino que debemos abandonar los malos hábitos y debilidades mientras estemos en la carne en la tierra», añadiendo en la página 201 que, «el momento de hacer esto es ahora, en la mortalidad». En la página 248, declaró: «Mientras estemos en esta etapa de prueba y en esta vida ciertamente significa el período de nuestras vidas mortales». Las pruebas en contra de la negación de Marcus eran contundentes.

     De hecho, Kimball dijo que aquellos que se bautizan en la Iglesia de los SUD y asisten regularmente a los servicios, pero mueren sin «perfeccionar sus vidas» no recibirán segundas oportunidades en el más allá. En las páginas 313-14 escribió:

«Uno no puede retrasar el arrepentimiento hasta el mundo espiritual, la otra vida, y allí prepararse adecuadamente para el día del juicio mientras el trabajo de ordenanza es hecho por él vicariamente en la tierra. Hay que recordar que el trabajo vicario por los muertos es para aquellos que no pudieron hacer el trabajo por sí mismos. Los hombres y mujeres que viven en la mortalidad y que aquí, han escuchado el evangelio, han tenido su día, sus setenta años para poner sus vidas en armonía, realizar las ordenanzas, arrepentirse y perfeccionar sus vidas».

     He comprobado que los Santos de los Últimos Días se encuentran entre las personas más trabajadoras y sinceras de cualquier religión. Aun así, Kimball escribió un capítulo titulado «Abandono del Pecado» (en inglés, “Abandonment of Sin”). Pasé a la página 163, donde Kimball citó Doctrina y Convenios 58:43, que dice: «Por esto podréis saber si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará».

     Le pregunté a Marcus: «¿Cuántos pecados deduce D&C 58:43 que deben ser abandonados?».

     «Todos ellos».

     «¿Con qué frecuencia deben ser abandonados?».

     «Todo el tiempo».

     Los mormones fieles se esfuerzan por llegar a ser «exaltados» y recibir la «vida eterna» en el reino celestial. Es a lo que se refirió Kimball en la página 207 cuando dijo que «el don gracioso de la salvación (es) ofrecido, condicionado a la obediencia». Esto incluye ser bautizado en agua por un hombre con autoridad dentro del sacerdocio de la Iglesia de los SUD, casarse («sellarse») para la eternidad en un templo mormón, hacer obras en nombre de los antepasados y permanecer fiel hasta el final de la vida. Kimball explicó en la página 325 que …

«… el perdón no se concede sólo por pedirlo. Tiene que haber obras —muchas obras— y una entrega total, con una gran humildad y un ‘corazón quebrantado y un espíritu contrito’. Depende de usted si es o no perdonado y cuándo. Podrían pasar semanas, años, siglos antes de ese día feliz en que tenga la certeza positiva de que el Señor le ha perdonado. Eso depende de su humildad, de su sinceridad, de sus obras, de sus actitudes».

     A lo largo de su libro, Kimball utilizó las singulares escrituras de los SUD para mostrar cómo una persona puede ser limpiada del pecado a través de la obediencia. En el segundo capítulo, titulado «Ninguna Cosa Impura Puede Entrar», citó 1 Nefi 15:34 («… ninguna cosa impura puede entrar en el reino de Dios …») como prueba de que todas las personas son culpables a menos que hayan sido capaces de limpiarse a sí mismas. En la página 201, hizo referencia a D&C 1:31-32, que dice: «porque yo, el Señor, no puedo considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia. 32 No obstante, el que se arrepienta y cumpla los mandamientos del Señor será perdonado».

     Si en el mormonismo, guardar todos los mandamientos es lo que califica a una persona para la vida eterna, entonces todo pecado debe finalizar. Kimball llegó a decir en la página 355 que un «transgresor debe haber alcanzado un ‘punto de no retorno’ al pecado en el que no solo hay una renuncia, sino también un profundo aborrecimiento del pecado, donde el pecado se convierte en lo más desagradable para él y donde el deseo o impulso de pecar se borra de su vida».

     Le pregunté a Marcus: «¿Has llegado a un ‘punto de no retorno’ en el que siempre das la espalda al pecado?».

     Sacudió la cabeza.

     «Cuando los Santos de los Últimos Días mueren con pecados no perdonados, ¿adónde van?».

     Contestó que «esperaba» que fueran al reino celestial, aunque admitió que era incapaz de cumplir los requisitos de Kimball.5 Entonces añadió: «Sé que no soy perfecto, pero Dios sabe que estoy tratando. Realmente estoy haciendo lo mejor».

     Al darse cuenta de su situación desesperada, muchos Santos de los Últimos Días se han convencido a sí mismos de que estarán bien aun cuando el pecado no sea eliminado de sus vidas. Pero Kimball no estuvo de acuerdo. En la página 164, bajo el subtítulo «Intentar no es Suficiente», Kimball escribió: «El arrepentimiento tampoco es completo cuando uno simplemente intenta abandonar el pecado. Intentarlo con debilidad de actitud y esfuerzo es asegurar el fracaso frente a los fuertes esfuerzos opuestos de Satanás. Lo que se necesita es una acción decidida». En la página 165, añadió: «‘Intentarlo’ es débil. ‘Hacer lo mejor que puedo’ no es fuerte. Siempre debemos hacer lo mejor que podamos. Esto es cierto en todos los ámbitos de la vida». Kimball añadió las cursivas en esas frases para enfatizar sus puntos.

     «Marcus, la medida colocada por sus propias escrituras tal y como las interpreta el duodécimo presidente de su iglesia es alta. ¿Le parece bien que le explique el punto de vista de la cristiandad sobre la salvación?». Aceptó.

UN ESCAPE DEL INFIERNO

Como dijimos en el capítulo 4, el infierno es una realidad eterna para los que no tienen una relación con Dios. Quería explicarle la situación a Marcus.

     Dije: «La rebelión contra Dios merece castigo. No hay forma de que un ser humano pueda solucionar este dilema mediante buenas obras. Según Romanos 3:23, toda persona es un pecador que ha quebrantado la ley de Dios. Isaías 64:6 explica que las obras justas de una persona son como trapos de inmundicia a los ojos de Dios».

     Me detuve un segundo para para dejar que estos versículos fueran asimilados.

     «Marcus, tanto usted como yo merecemos el infierno. Esta es la mala noticia. ¡Pero también hay buenas noticias! Inmediatamente después que Romanos 3:23 dice que todos han pecado, el versículo 24 registra que los creyentes ‘son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús’. Romanos 6:23 también tiene malas noticias al decir que, ‘la paga del pecado es muerte’. Afortunadamente se colocó una coma después de la palabra muerte. Continúa: ‘pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor.”

     Parecía que Marcus seguía lo que yo decía, así que continué: «Marcus, en Juan 3:36 Jesús explicó: ‘El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él’. La ira no es para los cristianos, porque Romanos 5:9 describe cómo los creyentes ‘… habiendo sido ahora justificados por Su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él’».

     La palabra evangelio significa «buenas noticias» y es porque existen buenas razones. Hay una «… victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» y el cristiano puede reclamar esperanza (1ª Corintios 15:57). Aunque los creyentes en Jesús no tienen nada que ofrecer para comprar este don, «no hay condenación para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1). ¡Tomaré esta opción cualquier día de la semana!

     Es posible malinterpretar la Biblia por no entender el contexto. Una persona que lee Tito 3:5 donde dice que los creyentes son salvos «no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho» podría confundirse fácilmente si lee a Filipenses 2:12, donde se ordena a los cristianos que se ocupen «en su salvación con temor y temblor». ¿Qué es? ¿Por obras o no? Cuando se trata de «salvación», deben considerarse los aspectos pasados, presentes y futuros. Colocándolo de forma sencilla, la justificación tiene que ver con el tiempo pasado, mientras que la santificación describe un tiempo presente, y la glorificación es un estado futuro que terminará en el cielo.

     Comencemos con la justificación.

JUSTIFICACIÓN: UN DON (REGALO) DE DIOS

     La justificación es un término legal que declara a una persona «no culpable» a los ojos de Dios basándose en la obra realizada por Jesús; no en los esfuerzos de la persona (Gálatas 2:15-16). Como Romanos 3:28 declara, el creyente «es justificado por la fe aparte de las obras de la ley». Consideremos algunos términos que encajan en el ámbito de la justificación.

     Redención: La liberación del pecado en cuanto a su culpa, contaminación, poder y obligación mediante el sacrificio de Cristo (Efesios 1:7; Colosenses 1:13-14; Tito 2:14; Hebreos 9:11-12).

     Gracia: Favor inmerecido de Dios otorgado a los que creen (Juan 1:16; Romanos 3:24; 6:14; 11:6; Tito 2:11).

     Misericordia: La pena por causa del pecado, es decir, muerte eterna. Es eliminada por Dios sin ninguna responsabilidad para el creyente (Lamentaciones 3:22-23; Lucas 6:36; Hebreos 4:16; Santiago 5:11; 1ª Pedro 1:3).

     Imputación: Justicia acreditada a favor del pecador, no ganada mediante buenas obras (Romanos 4:5; Filipenses 3:9; 1ª Pedro 2:24).

     Perdón: La completa eliminación y consecuencias del pecado sin ningún tipo de ataduras (Colosenses 3:13; 1ª Juan 1:9; 2:12).

     Según el mormonismo, una persona puede tener acceso a lo mejor que ofrece esta religión mediante un esfuerzo satisfactorio, que incluye bautizarse, asistir a los servicios religiosos y cumplir los requisitos para participar en el templo. Mientras que el Libro de Mormón enseña en 2 Nefi 10:24 «… que tan solo en la gracia de Dios, y por ella, sois salvos» muchos mormones no lo citan. En cambio, es más probable que mencionen 2 Nefi 25:23: «pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos».

     ¿Qué significa «después de hacer cuanto podamos»? Tomado literalmente y como ha sido históricamente interpretado por las autoridades generales de los SUD, la gracia se vuelve eficaz sólo cuando alguien se ha vuelto completamente obediente a las reglas del mormonismo.6 De esta forma, las buenas obras son necesarias para tener alguna oportunidad de obtener lo que se llama «gloria celestial» y la vida para siempre con la familia de uno.

     En los últimos años, algunos líderes y eruditos de los SUD han jugado con el lenguaje para hacer que la diferencia entre el mormonismo y el cristianismo bíblico parezca mínima. Por ejemplo, el difunto Stephen Robinson, quien fuera profesor en la Universidad Brigham Young, propiedad de la Iglesia de los SUD, enseñó en 1990 que es necesario que las personas hacen lo mejor de sí mismas y que Jesús hará el resto.7 Describió cómo había «instigado» a su esposa cuando estaba deprimida antes de que ella compartiera sus verdaderos sentimientos con él:

«’¿Quieres saber lo que está mal? No puedo seguir haciéndolo. No puedo levantarme a las 5:30 de la mañana para hornear el pan y ayudar a mis hijos con sus deberes y hacer los míos propios. No puedo hacer mis cosas de la Sociedad de Socorro, ni mi genealogía, ni coser, ni ir a las reuniones de la Asociación de Padres y Maestros, ni escribir a los misioneros …’.   Y añadió: ‘No tengo el talento de la hermana Morrell. No puedo hacer lo que hace la hermana Childs. Intento no gritarles a los niños, pero lo hago. No soy perfecta y nunca lo seré. Me temo que no voy a llegar al reino celestial’».   Le dije: «Janet, sé que tiene un testimonio …».   «¡Claro que lo tengo! Eso es lo terrible. Sé que el evangelio es verdadero. Pero no puedo hacerlo. Lo he intentado una y otra vez, pero no puedo hacerlo todo, todo el tiempo».8

     Aunque Robinson quería creer que su esposa había malinterpretado las enseñanzas del mormonismo, lo cierto es que ella comprendía el dilema mejor que él. Simplemente lea, El Milagro del Perdón, entre muchas obras escritas por el liderazgo de los SUD. Contrario a este concepto, nadie es digno de ganarse el favor de Dios. Y las buenas obras no tienen nada que ver con la justificación. Considere lo que el apóstol Pablo escribió en Romanos 4:1-5:

«¿Qué diremos, entonces, que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? «Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia». Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda».

     Cuando le preguntaron a Jesús en Juan 6:28 qué se necesitaba para la salvación, Él respondió en el versículo 29: «Esta es la obra de Dios: que crean en el que Él ha enviado». Dios desea una relación con aquellos que se acercan a Él con manos vacías, ya que la justificación es «la obra de Dios». La fe es el resultado de la obra redentora de Dios y no es algo que se pueda comprender. Wayne Grudem explica:

«Si en última instancia el factor determinante para que nos salvemos o no es nuestra propia decisión de aceptar a Cristo, entonces estaremos más inclinados a pensar que merecemos algo de crédito por el hecho de habernos salvado; a diferencia de otras personas que siguen rechazando a Cristo, fuimos lo suficientemente sabios en nuestro juicio o lo suficientemente buenos en nuestras tendencias morales o lo suficientemente talentosos en nuestras capacidades espirituales como para decidir creer en Cristo. Pero una vez que empezamos a pensar de esta manera entonces disminuimos seriamente la gloria que se debe dar a Dios por nuestra salvación».10

     Imputación significa que el cristiano es hecho justo por el poder de Dios. Como 2ª Corintios 5:21 registra: «Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él». Hablándoles a los cristianos, Pablo, en Romanos 5:8 explica que, «Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Citando a Isaías 53:5, 1ª Pedro declara que «por Sus heridas fueron ustedes sanados».

     Millard Erickson escribe: «Así, al mirar al creyente, Dios Padre no lo ve solo. Ve al creyente junto con Cristo, y en el acto de la justificación justifica a ambos juntos. Es como si Dios dijera: ‘Son justos’ … La justificación, pues, es cosa de tres, no de dos».11 Es como si «Jesús nos hubiera sacado del pabellón de los condenados a muerte y luego nos hubiera colgado al cuello la Medalla de Honor del Congreso. Somos recibidos y acogidos como héroes, como si hubiéramos realizado hazañas extraordinarias».12

    Hay una diferencia entre un intento pecaminoso de lograr lo imposible y permitir que Dios haga el trabajo. Como escribió R. C. Sproul:

«Las buenas noticias del evangelio es que no tenemos que esperar hasta que seamos perfectamente justos en nosotros mismos para que Dios nos considere y nos declare justos o nos acepte ante Sus ojos como personas justificadas. Dios hace una provisión para la justificación por medio de la cual las personas que son pecadoras, mientras aún lo son, pueden ser reconciliadas con Él y declaradas justas ante Sus ojos … La base o el fundamento de nuestra justificación, por la cual Dios nos declara justos, no es porque nos mira y ve nuestra justicia, sino porque ve la justicia de Cristo».13

     Decidí recitarle a Marcus dos versículos memorizados por muchos cristianos. Efesios 2:8-9 declara: «Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe».

     «El apóstol Pablo insiste en que no hay nada malo con las obras» dije. «Pero cuando se trata de quedar bien con Dios y recibir misericordia y perdón inmerecidos, no bastan las obras. Una persona puede entrar en relación con Dios sólo por gracia a través de la fe».14

     Le señalé cómo Kimball se había burlado de este concepto cuando escribió: «Una de las doctrinas más falsas originada por Satanás y propuesta por el hombre es que el hombre se salva solo por la gracia de Dios; que creer solo en Jesucristo es todo lo que se necesita para la salvación».15 Cuando usamos palabras como fe o creer, se podría malinterpretar como un deseo y una oración, como decir: «Tiene que tener fe en que los Padres de San Diego ganarán la Serie Mundial». O, «Puede sacar una A en biología solo si cree».

     Grudem cree que la palabra confiar está «más cerca de la idea bíblica, ya que la mayoría de la gente está familiarizada con las personas que confían en la vida cotidiana. Cuanto más conocemos a una persona y más vemos en ella un modelo de vida que justifica la confianza, más capaces nos sentimos de confiar en que hará lo que él o ella promete o actuará de un modo en el que podemos confiar»16. Como afirma Keller: «Las personas religiosas rechazan a Jesús como Salvador porque sus obras religiosas son esfuerzos para merecer el favor de Dios. Su salvador, son sus propios logros; Jesús puede ser un ejemplo o un ayudante, pero no es el Salvador».17

     De otro lado, el cristianismo enseña que los esfuerzos propios no son capaces de limpiar el pecado. Martín Lutero, el reformador protestante hizo una excelente observación cuando dijo: «Porque si yo obtengo la gracia por mi propio esfuerzo, ¿qué necesidad tengo de la gracia de Cristo para recibir mi gracia?»18. Como escribieron John MacArthur y Richard Mayhue:

«Solo han existido dos religiones: la religión de la realización humana, por la que el hombre trabaja para contribuir a su propia justicia, y la religión de la realización divina, por la que Dios realiza la justicia mediante la vida santa y la muerte sustitutoria del Hijo de Dios y luego da gratuitamente esa justicia como un don a través de la fe … Debido a que los cristianos son justificados solo por la fe, su posición ante Dios no está relacionada en modo alguno con los méritos personales. Las buenas obras y la santidad práctica no son la base para ser aceptado por Dios».19

     Roger Olson describe la dicotomía entre la «teología de la gloria» y la «teología de la cruz»:

«Por tanto, la teología de la gloria, es una teología centrada en el ser humano que conduce a una sobrevaloración del poder y la capacidad naturales del ser humano. La teología de la cruz muestra la verdadera condición de los seres humanos como pecadores indefensos alejados de Dios en mente y corazón y desesperadamente necesitados de la misión de rescate de Dios, la cruz de Cristo. La teología de la gloria implica que los seres humanos pueden llegar a Dios por sus propios medios, por así decirlo, y conduce a proyectos de salvación propia y especulación teológica. La teología de la cruz proclama que los seres humanos son totalmente dependientes e incapaces de comprender algo acerca de Dios aparte de la revelación de Dios mismo, y conduce a un discipulado marcado de sufrimiento por Dios y por los demás».20

     Decidí que una parábola podría ayudarme a explicarle a Marcus el increíble poder del mensaje del Evangelio.

UN REGALO DE CUMPLEAÑOS DEL ABUELO

Un joven de secundaria, estaba celebrando su decimosexto cumpleaños con su familia y amigos. Después de abrir la mayoría de sus regalos, su abuelo le entregó una tarjeta. El joven abrió el sobre y leyó rápidamente su contenido: «Querido nieto, te quiero mucho. Te he ingresado diez en tu cuenta bancaria. Feliz cumpleaños».

     El joven miró a su abuelo y sonrió antes de levantar un pulgar a medias. «Gracias, abuelo», dijo antes de coger el siguiente regalo. Él podría haber ocultado su desánimo ante lo que consideraba un regalo «barato», pero seguramente no lo hizo.

     Unas semanas más tarde, este nieto conducía el coche familiar cuando por casualidad se dio cuenta de que la flecha del indicador de gasolina apuntaba a «E» de vacío. «Genial, ¿y ahora qué hago?», se preguntó, sabiendo perfectamente que estaba sin dinero. De repente, recordó los diez dólares que su abuelo había depositado en su cuenta bancaria, así que condujo hasta la sucursal más cercana, estacionó el coche y entró. Entregó su tarjeta de débito a una cajera y dijo: «Deme mis diez dólares». La cajera pulsó unos botones, abrió el cajón y le entregó un billete de diez dólares junto con el recibo.

     Al regresar a su coche, miró el recibo y se puso nervioso. Regresó corriendo al banco y se abalanzó sobre la cajera, tropezando –sin disculparse– a una clienta de más edad que estaba siendo atendida.

      «¡Qué broma más cruel!», gritó mientras agitaba el recibo en la cara de la cajera.

     «Disculpe. ¿Qué le pasa?», preguntó ella, evidentemente sorprendida por su comportamiento.

     «Oh, como si no lo supiera. Manipuló el recibo para que se leyera $9,999,990. ¿Qué le parecería si fuera yo quien le hiciera esa broma?». Sonrió y empezó a reírse en voz baja.

     «Me gustaría que me hiciera esto», dijo. «Antes de sacar los diez dólares, tenía en su cuenta, diez millones de dólares. Por lo tanto, esto es lo que le queda».

     De repente, la cara del joven se puso roja como un tomate, dejó caer el recibo al suelo susurrando: «Tiene que estar bromeando».

     Los presentes en el banco estaban fascinados viendo lo que sucedía. ¡Qué diferencia hacen seis ceros de más! Aunque este joven trabajara durante 40 años, necesitaría ganar un promedio de 250.000 dólares cada año para ganar tanto dinero a lo largo de cuatro décadas. Pocas personas ganan 5 millones de dólares a lo largo de su vida, ¡y mucho menos 10 millones!

     Lo que este joven no sabía es que su abuelo lo había vendido todo para regalarle esa cantidad de dinero. El anciano abuelo demostró su amor sacrificando todo lo que poseía. Durante varias semanas, el regalo de «diez» no había significado nada para el nieto, porque no consideraba que el regalo tuviera valor. Ahora todo tenía sentido. Era un regalo sin condiciones, aunque no lo mereciera.

     Le dije a Marcus que esto ilustra el sacrificio hecho por Jesús en la cruz y cómo satisfizo «las exigencias de la ley al imputarnos la justicia de Cristo … Su justicia perfecta es, pues, el fundamento de nuestra presencia ante Dios».21 Jesús, en Juan 15:13 dijo: «Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos». En el siguiente versículo, Él llama a los creyentes, «Mis amigos». 1ª Juan 4:9-10 agrega estas palabras de esperanza: «En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados».

     La propiciación se refiere a cómo se satisface plenamente la justicia mediante el sacrificio de Jesús. Charles Spurgeon, pastor del siglo XIX –conocido como el Príncipe de los Predicadores– lo expresó así:

«Cuando Cristo redimió a Su pueblo, lo hizo por completo; no dejó ni una sola deuda sin pagar, ni un solo centavo que tuvieran que pagar después. Dios exigió de Cristo el pago de los pecados de todo Su pueblo; Cristo se adelantó y pagó hasta el último centavo de lo que Su pueblo debía. El sacrificio del Calvario no fue un pago parcial ni una exoneración parcial. Fue un pago completo y perfecto, y obtuvo una remisión completa y perfecta de todas las deudas de todos los creyentes que han vivido, viven o vivirán, hasta el fin del tiempo».22

     Los cristianos se regocijan cuando se comprende el increíble concepto de este don, en contraste con la idea de que se demanda obediencia por parte del individuo. John Stott describe este malentendido:

«Insistimos en pagar por lo que hemos hecho. No soportamos la humillación de reconocer nuestra bancarrota y permitir que otro pague por nosotros. La idea de que ese otro sea Dios mismo es demasiado para nosotros. Preferimos perecer antes que arrepentirnos, perdernos antes que humillarnos».23

     Fuera del cristianismo, los seguidores de cualquier otra religión, incluido el mormonismo, preguntan: «¿Qué debo hacer para tener vida eterna?». En cambio, los cristianos preguntan: «¿Qué hizo Dios por mí?». En Juan 3:16, Jesús dijo: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna».

     La historia del joven que recibió diez millones de dólares hizo eco en Marcus, pero era obvio que no estaba convencido.

     «Parece demasiado fácil», rezongó.

     Le respondí que no fue demasiado fácil para Jesús, quuien desinteresadamente renunció a todo para proporcionar la salvación a los que en Él confiaban. 2ª Corintios 8:9 afirma: «Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, sin embargo, por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza ustedes llegaran a ser ricos». El costo fue grande, pero la recompensa para Sus hijos no tiene precio.

CONVERTIRSE EN HIJO DE DIOS

En el cristianismo, solo es posible llegar a ser justo mediante la fe. Jesús dijo en Juan 3:3: «En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios». 1ª Pedro 1:23 declara que el creyente es nacido «no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible». Una persona que ha nacido de nuevo se preocupa «por las cosas de Dios y desea buscarlo. Ahora hay un afecto por Dios que antes no existía».24

     En el plano espiritual, el creyente se convierte en «una nueva creación». Esta experiencia la describe el apóstol Pablo en 2ª Corintios 5:17 al escribir: «… las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas», agregando en el versículo 18 que esta experiencia «procede de Dios … por medio de Cristo» quien reconcilia a los creyentes para Sí, «no tomando en cuenta a los hombres[b] sus transgresiones» (v. 19). ¿A dónde van estos pecados? El Salmo 103:12 explica: «Como está de lejos el oriente del occidente, Así alejó de nosotros nuestras transgresiones». Charles Hodges, teólogo del siglo XIX explicó: «No somos justificados porque somos santos; pero siendo justificados somos santificados».25

     El mormonismo enseña que los humanos son, literalmente, hijos de Dios que una vez existieron como espíritus en una vida anterior llamada preexistencia. El cristianismo no está de acuerdo con esta enseñanza y afirma que una persona se convierte en hijo de Dios por la fe a través de la adopción, como lo apoyan estos versículos:

  • «Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, 13 que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios» (Juan 1:12-13).
  • «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. 15 Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que han recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ‘¡Abba, Padre!’. 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. 17 Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él» (Romanos 8:14-17).
  • «Pues todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. 27 Porque todos los que fueron bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido. 28 No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús. 29 Y si ustedes son de Cristo, entonces son descendencia de Abraham, herederos según la promesa» (Gálatas 3:26-29).
  • «Y porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, clamando: ‘¡Abba! ¡Padre!’» (Gálatas 4:6).
  • «Miren cuán gran amor nos ha otorgado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios. Y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a Él. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos como Él es» (1ª Juan 3:1-2).

     Jesús hizo la siguiente oferta en Mateo 11:28-30: «Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. 29 Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. 30 Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera». El regalo llega a través de la aceptación por parte del individuo, no a través de la coacción o la fuerza.

     Algunas personas rechazarán el regalo y asumirán que no merecen este tipo de amor. Sin embargo, Efesios 1:3-14 explica cómo una persona puede ser adoptada como hijo de Dios. En contraste, están aquellos que son llamados «hijo de ira» (Efesios 2:3) e «hijos de desobediencia» (Efesios 2:2; 5:6).

     Mientras que el mormonismo tiene oficios sacerdotales para sus miembros masculinos, el cristianismo ofrece un «sacerdocio real» (1ª Pedro 2:9) a todos los creyentes, independientemente de su edad, sexo o condición. Esta doctrina, denominada «el sacerdocio del creyente», desempeñó un papel fundamental en la Reforma protestante de hace cinco siglos.

UNA INVITACIÓN AL EVANGELIO

Nunca se debe pensar que la evidencia adicional hará que una persona se convierta a Cristo. Aunque me gusta proporcionar mucho apoyo a mis creencias, la obra del Espíritu Santo es el factor primordial. Como lo explica William Lane Craig: «Por lo tanto, cuando una persona rehúsa venir a Cristo, nunca es sólo por falta de pruebas o por dificultades intelectuales: en el fondo, se niega a venir porque ignora y rechaza voluntariamente la atracción del Espíritu de Dios sobre su corazón. A fin de cuentas, nadie deja de ser cristiano por falta de argumentos, sino porque ama más las tinieblas que la luz y no quiere saber nada de Dios».26

     Sin embargo, a veces se necesita una oportunidad para recibir a Jesús como Salvador.

     «Marcus, hay muchos, como el joven de mi historia, que no tienen ni idea del valor del regalo que ofrece Jesús, a quien la Biblia llama ‘el autor y consumador de nuestra fe’. Lo animo a que deje de confiar en sus propias obras y empiece a confiar en lo que Jesús ha hecho. Él le ofrece algo de más valor que los diez millones de dólares, ya que Él puede limpiarlo de sus pecados y darle vida eterna. ¿Es algo que podría considerar?».

     Marcus sonrió, pero movió la cabeza asintiendo que no. Me dio las gracias y me dijo que tenía que ir al estadio a reunirse con sus amigos. Entendiendo que yo sólo soy responsable de las «ventas» y que Dios se encarga de la «producción», sabía que había hecho todo lo posible para presentar el evangelio claramente. Convertir a una persona está fuera de nuestro alcance. Oré rápidamente por Marcus y mientras se alejaba, le di gracias a Dios por la productiva conversación. A pesar del rechazo, a Marcus se le había presentado el evangelio cristiano.

     Anteriormente mencioné Filipenses 2:12 y cómo el cristiano debe «ocuparse de su propia salvación con temor y temblor». ¿Cómo funciona esto? En el próximo capítulo, discutiremos el papel de la santificación en la vida del cristiano. Después de todo, si los cristianos son salvos por gracia, entonces ¿qué motivo podría haber para hacer buenas obras?

PREGUNTAS DE DISCUSIÓN

  1. Alguien podría argumentar que El Milagro del Perdón no es escritura, por lo tanto, este libro no se le debe considerar como autoridad. ¿Cómo se podría rebatir este argumento? ¿Piensa usted que utilizar un libro de los SUD para evangelizar a los mormones es una buena o mala idea? Explíquelo.
  2. Spencer W. Kimball escribió: «Somos dioses en embrión, y el Señor demanda perfección de nosotros». ¿Está la Biblia de acuerdo con esa declaración?
  3. El cristianismo enseña que la justificación es un don de Dios. Para algunos, como Marcus, recibir este don parece demasiado fácil. ¿Por qué este concepto parece tan difícil de aceptar para los que no son cristianos?
  4. ¿Cuáles son las «malas noticias» del evangelio? ¿Debería presentarse alguna vez en una conversación al presentar el Evangelio?
  5. ¿En qué se diferencia el concepto bíblico de convertirse en hijo de Dios de lo que se enseña en el mormonismo? ¿Ha venido usted a ser hijo de Dios? Si lo ha hecho, describa su vida con Jesús. Si no ha tomado esa decisión, ¿qué le detiene?

FUENTES RECOMENDADAS

Recursos Para Principiantes

John Ankerberg and John Weldon, How to Know You’re Going to

Heaven (Eugene, OR: Harvest House Publishers, 2014).

Recursos Para el Nivel Intermedio

John Piper, Dios en el Evangelio (en inglés, God Is the Gospel: Meditations on God’s Love as the Gift of Himself [Wheaton, IL: Crossway Books, 2005]).

Recursos Avanzados

James R. White, The God Who Justifies: The Doctrine of Justification (Minneapolis, MN: Bethany House Publishers, 2001).

CAPÍTULO 8 – JUSTIFICACIÓN: PERDÓN DE PECADOS POR LA SOLA FE

  1. «Antimormón» es una designación utilizada por algunos Santos de los Últimos Días para describir a una persona que no le gustan o incluso odia a los mormones. Al regalar un libro escrito por un líder de los Santos de los Últimos Días, el argumento parece perder fuerza. Randy Sweet y yo analizamos esta táctica en el capítulo 19 de Sharing the Good News with Mormons: Practical Strategies for Getting the Conversation Started (Eugene, OR: Harvest House Publishers, 2018), editado por Sean McDowell y yo. Para información adicional, visite TheMiracleofForgiveness.com
  2. Conference Reports, April 1970, 16; “Finding Forgiveness,” Ensign, May 1995, 76; and “The Path to Peace and Joy,” Ensign, November 2000, 26.
  3. Entre 1981 y 2017 cada año por Navidad se regalaron diferentes libros, desde las Escrituras de los SUD hasta Jesús el Cristo (en inglés, Jesus the Christ) y Artículos de Fe (en inglés, The Articles of Faith), de James E. Talmage. Más información en mrm.org/ books-employee-gift.
  4. Spencer W. Kimball, El Milagro del Perdón (en inglés, The Miracle of Forgiveness [Salt Lake City, UT: Bookcraft, 1969]), 286.
  5. El apologista cristiano Keith Walker en el capítulo final de Sharing the Good News with Mormons, describe esto como un «evangelio imposible» —uno que requiere un completo abandono del pecado.
  6. Para una explicación más detallada de 2 Nefi 25:23, visite, mrm.org/2nephi2523.
  7. Esta idea fue explicada en la famosa «parábola de la bicicleta» de Robinson en un devocional de la BYU el 29 de mayo de 1990 titulada, «Creer en Cristo: Un enfoque práctico de la expiación» (en inglés, “Believing Christ: A Practical Approach to the Atonement.” Véase speeches.byu.edu/ talks/stephen-e-robinson/believing-christ-practical-approach-atonement/.
  8. Stephen E. Robinson, “Believing Christ,” Ensign, April 1992, 7. Las elipsis son mías.
  9. En la Traducción de José Smith en Romanos 4:5, él agrega la palabra «no» entre las palabras «justifica» e «impío», contradiciendo lo que Pablo quería decir. Ningún manuscrito apoya esta interpretación.
  10. Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una Introducción a la Doctrina Bíblica (en inglés, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine [Grand Rapids, MI: Zondervan Academic, 1994]), 678. Cursivas en el original.
  11. Millard J. Erickson, Christian Theology (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1986), 3:958-59. Las elipsis son mías.
  12. Timothy Keller, Galatians for You (Epsom, Reino Unido: Good Book Company, 2013), 99.
  13. R. C. Sproul, How Can I Be Right with God? (Sanford, FL: Reformation Trust, 2017), 18, 21. Cursivas en el original. Las elipsis son mías.
  14. En el Evangelio de Juan, Jesús enseñó que la fe, y no las obras, justifica a una persona ante Dios. Leer, Juan 5:24; 6:40; 11:25-26; 12:46. Pablo también enseñó esta verdad en Hechos 16:31; Romanos 1:16-17; 2:28-29; 3:22; 4:4-5, 24-25; 5:1-2; 10:9-13; Gálatas 2:16; 3:11; Tito 3:5-7.
  15. Kimball, El Milagro del Perdón (en inglés, The Miracle of Forgiveness, 206. Para otras citas de los SUD sobre el tema de la gracia, visite, mrm.org/grace-quotes.
  16. Grudem, Teología Sistemática (en inglés, Systematic Theology), 711.
  17. Keller, Galatians for You, 127.
  18. Martin Luther, The Bondage of the Will (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2012), 264.
  19. John MacArthur and Richard Mayhue, Biblical Doctrine (Wheaton, IL: Crossway, 2017), 611. Las elipsis son mías.
  20. Roger E. Olson, The Story of Christian Theology (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1999), 382.
  21. MacArthur and Mayhue, Biblical Doctrine, 617-18.
  22. Charles Spurgeon, Christian Classics Ethereal Library Volume 3, 2009, 130.
  23. John Stott, The Cross of Christ (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1986), 162.
  24. R. C. Sproul, ¿Qué Significa Nacer de Nuevo? (en inglés, What Does It Mean to Be Born Again? [Orlando, FL: Reformation Trust, 2010]), 23.
  25. Charles Hodge, Teología Sistemática (en inglés, Systematic Theology [Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1999]), 3:238.
  26. William Lane Craig, Fe Razonable: Apologética y Veracidad Cristiana (en inglés, Reasonable Faith: Christian Truth and Apologetics [Chicago, IL: Moody Press, 1994]), 35-36.
  27. Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans, 1987), 604. Cursivas en el original. Las elipsis son mías.
  28. Grudem, Teología Sistemática (en inglés, Systematic Theology), 981.
  29. Millard J. Erickson, Christian Theology (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1986) 3:1096. Cursivas en el original.
  30. Es difícil entender cómo se supone que el agua utilizada en el sacramento SUD simboliza la sangre de Jesús.
  31. Grudem, Teología Sistemática (en inglés, Systematic Theology), 991. Cursivas en el original. Las elipsis son mías.
  32. Timothy Keller, Galatians for You (Epsom, UK: Good Book Company, 2013), 134. Para responder a la pregunta de si se puede perder la salvación, ver, “Is It Possible for Christians to Lose Their Salvation?” en mrm.org/lose-salvation.

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