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Capítulo 9

SANTIFICACIÓN

Una Vida Marcada por las Buenas Obras

Mira el indice del PRESENTANDO EL CRISTIANISMO A LOS MORMONES  por Eric Johnson

«Mantengan entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que les calumnian como malhechores, ellos, por razón de las buenas obras de ustedes, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación».

1ª Pedro 2:12

RESUMEN DEL CAPÍTULO

La santificación es el proceso continuo en la vida de un creyente para morir al pecado y vivir en justicia. El Espíritu Santo desempeña un papel importante tanto en la justificación como en la santificación. Por un lado, una persona salva ha sido bautizada en el Espíritu a través de la fe salvadora. A los que tienen el Espíritu Santo se les ordena estar «llenos del Espíritu» y mostrar el «fruto del Espíritu». El Espíritu Santo también manifiesta Sus dones espirituales para que los cristianos puedan estar equipados para servir. Las dos ordenanzas practicadas por los cristianos son el bautismo en agua y la participación en la comunión con el cuerpo de la iglesia local.

Joan, una mujer de mediana edad, me dijo en una tarde cálida de verano: «La fe sin obras es muerta. ¿Por qué los cristianos ignoran la importancia de hacer buenas obras?».

Ella se me acercó en las afueras del templo Ogden de los SUD durante un evento de puertas abiertas en agosto de 2014. Cada vez que la Iglesia de los SUD remodela un templo existente o construye una nueva estructura, se invita al público (normalmente por un período de tiempo de entre dos y cinco semanas) a una jornada de puertas abiertas para ver el interior del edificio antes de que esté cerrado para todos, excepto para aquellos SUD que tengan tarjetas válidas de «recomendados del templo».

Juana había memorizado lo fundamental de Santiago 2:20 y 26, que en la Versión KJ afirma: «Pero, ¿quieres saber, oh hombre vano, que la fe sin obras está muerta? … Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta». Su voz seguía siendo decidida y segura.

 Le dije: «Usted está citando del segundo capítulo del libro de Santiago. Y debo decir que estoy completamente de acuerdo con él».

Pareció sorprendida de que no solo conociera la referencia bíblica, sino que también estuviera de acuerdo con lo que Santiago escribió. Pero necesitaba proporcionarle el contexto completo.

«Santiago dice que una fe verdadera será seguida por buenas obras», le dije. «Dios ha anunciado que Sus seguidores deben ser santos porque Él es santo».1 Entonces, cité Efesios 2:8-9 que fue discutido brevemente en el capítulo anterior de este libro. Esta cita dice que es por gracia que alguien es salvo a través de la fe, y no por obras. En vez de detenerme en el versículo 9, continué con el 10: «Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas».

LA SALVACIÓN VIVIDA EN LA VIDA DEL CREYENTE

Como discutimos en el capítulo anterior, la justificación toma lugar, de una vez por todas, a través de la fe. La justicia de Dios es imputada al creyente a través de la obra hecha por Jesús en la cruz. Romanos 5:15 registra: «Pero no sucede con la dádiva como con la transgresión. Porque si por la transgresión de uno murieron los muchos, mucho más, la gracia de Dios y el don por la gracia de un Hombre, Jesucristo, abundaron para los muchos». El versículo 18 agrega que este: «… por un acto de justicia resultó la justificación …» El creyente a quien se le perdonan todos sus pecados –pasados presente y futuros– recibe vida eterna.

Si el perdón de pecados es un trato llevado a cabo, entonces, alguien como Joan puede asumir que las buenas obras no son importantes para el cristiano. Las buenas obras no son opcionales en la vida del cristiano en el proceso conocido como santificación. Como cristianos no hemos sido llamados para pecar impunemente. Colosenses 3:2-3 así lo ordena: «Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios». 1ª Pedro 2:24 declara que Jesús se sacrificó a Sí mismo en la cruz «…  a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia …»

La idea de las buenas obras como la respuesta del cristiano a Dios, tiene sentido cuando es entendido el valor de la expiación. Solo cuando lo es entendido. Por eso, Timothy Keller con relación al momento en que entendemos el valor, escribe, refiriéndose a la expiación, que …

«… le debemos doblemente a Él para usarla agradándole e imitándole. Se la debemos a Él como nuestro Creador, debido a que Él nos diseñó y es nuestro dueño. Por eso Él tiene tanto la sabiduría para saber cómo hemos de vivir y el derecho a exigir que vivamos de esa manera. De otro lado, ahora también se la debemos a Él como nuestro Redentor, ya que queremos agradar con gratitud a quien nos salvó a un costo tan inconmensurable».2

Una mentalidad así requiere autoevaluación. R. C. Sproul explica:

«Necesitamos, de forma periódica, revisar nuestros sistemas de valores para ver si coinciden con los de Dios. Estamos llamados a tener la mente de Cristo. Eso significa que debemos amar lo que Jesús ama y odiar lo que Jesús odia. Perseguimos lo que Jesús persigue y huimos de lo que Jesús huye. En eso consiste la vida del cristiano».3

Aunque los cristianos han sido apartados para ser santos, esto no debe malinterpretarse en el sentido de que es posible llegar a ser perfectamente obediente en esta vida. En su vida continúa de lucha contra el pecado, los cristianos están llamados a ser «hechura» de Cristo. J. I. Packer escribió que es una falsa creencia, que «una vez que nos convertimos en cristianos, el poder de Dios en nosotros cancelará inmediatamente nuestros defectos de carácter y hará que toda nuestra vida transcurra sin problemas. Sin embargo, esto es tan antibíblico que es totalmente deshonesto».4

Cuando consideramos Efesios 2, es importante notar que Pablo estaba dirigiéndose a los cristianos quienes, de forma errónea pensaban que las buenas obras eran necesarias para obtener el favor de Dios. Entonces, el apóstol tuvo que enfatizar que la salvación «no era por obras». De otro lado, Santiago se estaba dirigiendo a un grupo de creyentes que pensaban que, por la gracia de Dios, las buenas obras no eran requeridas. Esta suposición también es errónea. Santiago dijo, porque las buenas obras en la vida de un creyente deberían ser evidentes para los espectadores neutrales. El pastor alemán Dietrich Bonhoeffer comparó a Pablo y Santiago:

«Santiago no pretende negar la justificación sólo por la fe, más bien, exhorta al creyente a no dormirse en los laureles de la fe, sino a ponerse manos a la obra en la obediencia. Este es el camino que le lleva a una verdadera humildad. Ambos apóstoles quieren que los cristianos tengan una dependencia auténtica y completa de la gracia, más que de sus propios logros».5

Filipenses 2:12 dice: «Así que, amados míos, tal como siempre han obedecido, no solo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor». Note cómo Pablo escribió «ocúpense en su salvación con temor y temblor». No escribió «para su salvación». Pablo continúa en el versículo 13: «… porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención». Es Dios quien obra en la vida del creyente para hacer buenas obras. Entonces, y a través del poder del Espíritu Santo, las buenas obras son realizadas en la vida del creyente.

EL PAPEL DEL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DEL CREYENTE

Para entender la importancia del papel del Espíritu Santo en la salvación, muchos términos necesitan ser entendidos. El primero, es el bautismo del espíritu. En el registro de los cuatro Evangelios (Mateo 3:11; Marcos 1:8; Lucas 3:16; Juan 1:33), Juan el Bautista hizo un contraste de su bautismo con el del Espíritu que había sido previamente vaticinado en Joel 2:28-32 y posteriormente por Jesús en Hechos 1:4-5. Los judíos que componían la iglesia primitiva recibieron el pleno poder del Espíritu Santo en Pentecostés, en Hechos 2:1-13, mientras que los creyentes gentiles recibieron este derramamiento en Hechos 10:44-45.

El Espíritu Santo no es simplemente una fuerza ni tampoco un ser impersonal. Más bien, Él fue enviado por Jesús como estaba prometido en Juan 14:16-17: «Entonces Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador] para que esté con ustedes para siempre; 17 es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni lo ve ni lo conoce, pero ustedes sí lo conocen porque mora con ustedes y estará en ustedes». Así lo prometió Jesús en Juan 16:13: «Pero cuando Él, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir». De hecho, nadie puede aceptar o rechazar a Jesús como Señor «excepto por el Espíritu Santo» (1ª Corintios 12:3). 1ª Corintios 2:9-10 dice: «sino como está escrito: ‘Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han entrado al corazón del hombre, Son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman’. 10 Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios». Y el versículo 12 continúa: «Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente».

Este residir del Espíritu Santo sucede solo cuando una persona se convierte en creyente. Así lo explica Packer:

«Dios quiere que todos los cristianos como tal, disfruten de la plena bendición interior de Pentecostés (no necesariamente de los adornos exteriores, sino de la comunión de corazón con Cristo y de todo lo que de esta se deriva) desde el mismo momento de su conversión … para las personas como usted y como yo, que nos convertimos en cristianos casi dos mil años después de Pentecostés, el programa revelado es que el pleno disfrute del ministerio del nuevo pacto del Espíritu debe ser nuestro desde la palabra ‘id’. Esto ya está claro en el Nuevo Testamento, donde Pablo explica el bautismo del Espíritu como algo que les ocurrió a los corintios –y, por lógica de razonamiento, les ocurre a todos los demás conversos después de Pentecostés– en el momento de la conversión».6

Pablo les dijo a los creyentes de Corinto que el Espíritu Santo había entrado en sus vidas a pesar de sus divisiones (1ª Corintios 1:10), carnalidad (3:1-3), desunión (6:1-8) y borracheras en la comunión (11:21), entre otras muchas faltas morales. En otras palabras, por sus buenas obras, no tenían derecho a la salvación. Sin embargo, al momento de la conversión, el cristiano recibe la dosis completa del Espíritu Santo que, como dice 2ª Corintios 5:5, es la «garantía» para el perdón de pecados (Gálatas 3:1-5; 4:6). Romanos 5:5 registra: «Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado». De acuerdo a la enseñanza bíblica todo aquel que no posea al auténtico Espíritu de Dios no es una persona salva y no debe ser considerado un cristiano.

Citando Romanos 8:3-4 y su referencia a cómo «… el requisito de la ley se cumpliera en nosotros … conforme al Espíritu», John Piper escribe que en la justificación se cumplió más que una simple promesa futura del cielo: «Cristo cumplió por nosotros la condena que la ley exige para poder cumplir en nosotros la santificación que la ley ordena … Cuando Dios puso a Cristo en nuestro lugar de condenados, lo hizo no solo para asegurar el cielo, sino para asegurar la santidad. O más exactamente, no solo para asegurar nuestra vida en el paraíso, sino también para asegurar nuestro amor a los demás».7 En otras palabras, las buenas obras realizadas por los cristianos sólo son posibles por medio de la obra del Espíritu Santo. Estas obras son imposibles sin el poder del Espíritu Santo.8

Un segundo término bíblico es la llenura del Espíritu, a la que se hace referencia en Efesios 5:18. Las palabras originales del griego, significan literalmente: «estar lleno del Espíritu». En Hechos 4, Pedro fue «lleno del Espíritu Santo» cuando les habló a los líderes judíos después de que él y Juan fueran arrestados (v. 8). Cuando fueron liberados, los dos informaron a los demás creyentes de lo sucedido (v. 23). El versículo 31 dice que mientras adoraban a Dios «… todos fueron llenos del Espíritu Santo …». Refiriéndose a los creyentes en quienes Cristo «habita en vuestros corazones por la fe», Pablo pidió a Dios en Efesios 3:18-19 que les diera fuerzas para «comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, 19 y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios».

A diferencia del bautismo del Espíritu, la llenura del Espíritu Santo es una búsqueda permanente. No estar lleno del Espíritu no significa que el creyente haya perdido la salvación. En la medida en que los cristianos viven sus vidas, deben ser constantemente llenos como un carro necesita gasolina o que un humano necesita de comida. Solo porque una persona cenó ayer o llenó el tanque de gasolina de su carro la semana pasada no significa que no haya que repetirlo. Como un teléfono celular que no ha sido cargado por tres días, así también es el cristiano que no está conectado a la fuente espiritual. Cuando está lleno del Espíritu de Dios, el cristiano tiene el poder de hacer cosas asombrosas. Wayne Grudem escribe:

«Alguien podría objetar que una persona que ya está ‘llena’ del Espíritu Santo no puede llenarse más: si un vaso está lleno de agua, no se puede poner más agua en este. Pero un vaso de agua es una analogía pobre para nosotros que somos personas reales, porque Dios es capaz de hacernos crecer y de contener mucho más de la plenitud y el poder del Espíritu Santo. Una mejor analogía podría ser un globo, el cual puede estar ‘lleno’ de aire, aunque tenga muy poco. Cuando se le echa más aire, el globo se expande y, en cierto sentido, está ‘más lleno’. Lo mismo ocurre con nosotros: podemos estar llenos del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, ser capaces de recibir también más del Espíritu Santo. Solo a Jesús mismo el Padre le dio el Espíritu sin medida (Juan 3:34)».9

En tercer lugar, el cristiano está comisionado para mostrar el fruto del Espíritu. Una conversión auténtica se experimenta a través del despliegue de frutos buenos antes que malos. Al hablar de los falsos profetas en Mateo 7:16-20, Jesús explicó la diferencia:

«Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? 17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos. 18 Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. 20 Así que, por sus frutos los conocerán».

También, en Juan 15:7-8 Jesús dijo: «Si permanecen en Mí, y Mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y les será hecho. En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos».

Por otra parte, Romanos 7:4-5 dice: «Por tanto, hermanos míos, también a ustedes se les hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que sean unidos a otro, a Aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte».

De acuerdo a Gálatas 5:16-17, las pasiones pecaminosas son contrarias a los deseos del Espíritu. Pablo amonestó a los creyentes a andar «por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen». Después, en los vv. 19-21, suministra una lista de las obras de la carne: «inmoralidad, impureza, sensualidad, 20 idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías, 21 envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales les advierto, como ya se lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios». El versículo 24 registra: «Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos». En Colosenses 3:5-9 se encuentra otra lista de pecados que hay que eliminar.

Para sustituir estos deseos pecaminosos, se nos da el fruto del Espíritu: «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio propio …» (Gálatas 5:22-23). Otras advertencias se dan en los siguientes versículos:

  • Efesios 4:24: Los cristianos se «vistan del nuevo hombre».
  • Colosenses 3:12-16 ordena revestirse de: «tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; 13 … perdonándose unos a otros … 14 … vístanse de amor … 15 Que la paz de Cristo reine en sus corazones … sean agradecidos. 16 Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones».
  • Tito 3:14: «Y que los nuestros aprendan a ocuparse en buenas obras, atendiendo a las necesidades apremiantes, para que no estén sin fruto».
  • Filipenses 4:8: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten».
  • 1ª Timoteo 6:11b: «… sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad».

En otras palabras, el accionar de cada creyente es crucial. Como dijo J. I. Packer: «El lema del cristiano no debería ser ‘Déjate llevar y suelta a Dios’, sino ‘Confía en Dios y ponte en marcha’».10

Por último, están los dones del Espíritu que Dios proporciona para edificar a los demás. Estos incluyen, entre otros, el servicio, la enseñanza, el dar y la sabiduría (Romanos 12:6-8; 1ª Corintios 12:4-11; Efesios 4:11; 1ª Pedro 4:10-11). Nadie posee todos los dones disponibles, pero cada cristiano tiene al menos uno de los que Dios le ha dado (1ª Corintios 12:11). Aunque hay un debate interno en la iglesia sobre la validez de los dones milagrosos (incluyendo lenguas, sanidad y profecía) para hoy, no hay duda de que el Espíritu Santo permanece activo en la iglesia.

EL REGALO DE 10 MILLONES DE DÓLARES: PARTE 2

Los Santos de los Últimos Días suelen tener dificultades para comprender la postura cristiana evangélica sobre la fe y el papel de las buenas obras. Mientras Joan y yo estábamos en la acera frente al templo Ogden de los SUD, decidí preguntarle si podía presentarle la historia del regalo de diez millones de dólares que el cariñoso abuelo hizo a su nieto, tal como se relata en el capítulo anterior. Después del incidente que tuvo el nieto con la cajera del banco, le pregunté a Joan si podía predecir cuál sería la reacción de este cuando supo que tenía diez millones en su cuenta bancaria.

«Estoy segura de que él estaría extasiado», me dijo.

Le pregunté: «¿Cree usted que el joven irá a casa del abuelo, pintará grafitis en la puerta del garaje, envenenará el césped del jardín delantero y pateará al perro del abuelo?».

Joan me miró como si hubiera perdido la cabeza.

Dijo: «Es ridículo. ¿Por qué haría eso? Alguien que ha recibido un regalo tan grande no se desviaría a propósito de su camino y ser tan mezquino».

«Estoy de acuerdo» le respondí. «Como mínimo, apuesto a que el joven se fue a casa y escribió una tarjeta de agradecimiento».

Me miró moviendo su cabeza. «No. Este regalo merece más que una respuesta. Apuesto a que manejaría directo a la casa del abuelo y le daría un gran abrazo».

«Está bien. Supongamos que después de ese gran abrazo, el joven le preguntara a su abuelo si tendría necesidad de algo. El abuelo, mirando a su alrededor, se asomaría por la ventana de la cocina y señalaría el jardín que habría de ser podado. Le diría al nieto que tendría que cancelar la podada del jardín porque había donado la mayor parte de su patrimonio al chico y ya no podía permitirse ese gasto extra».

Continué: «Cualquier persona racional aprovecharía esta oportunidad para ayudar a un benefactor tan generoso como este abuelo. Así que el nieto decidió desempolvar la cortadora de césped y ponerse manos a la obra. Su esfuerzo fue gratificante, tanto que decidió visitar la casa de su abuelo todas las semanas durante el año siguiente, ocupándose de las tareas del jardín la mayor parte del año, recogiendo las hojas en otoño y quitando la nieve de la entrada en invierno». Después de hacer una pausa, pregunté: «¿Y si, al cabo del año, ese mismo joven fuera a ver a su abuelo y le dijera: ‘Bien, ¿ya he pagado’?».

Joan dijo: «Aunque el joven viniera todas las semanas durante un año, no bastaría para pagar diez millones de dólares».

Estaba en lo correcto. No había manera para que este joven pudiera haber trabajado lo suficientemente fuerte para pagar el regalo. De la misma forma, un cristiano nunca puede pagar la salvación provista por Dios. La historia parecía tener sentido para Joan, pero todavía estaba algo confusa.

Dijo: «Por lo que dice, parece que no cree que las buenas obras importen».

Ciertamente, no quería que ella me malinterpretara. No se puede hacer nada para ganar el perdón de los pecados, pero las buenas obras se ordenan en el papel de la santificación. Como le dijo el profeta Samuel a Saúl en 1º Samuel 15:22:

«¿Se complace el Señor tanto En holocaustos y sacrificios

     Como en la obediencia a la voz del Señor?

Entiende, el obedecer es mejor que un sacrificio,Y el prestar atención, que la grasa de los carneros».11

El Salmo 119 es el capítulo más largo de la Biblia, con un total de 176 versículos. Contiene ocho versículos por cada una de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Cada versículo utiliza términos como leyes, estatutos, normas, preceptos y decretos para enfatizar la importancia de guardar los mandamientos de Dios.12

Sin embargo, al malinterpretar el papel correspondiente de las obras en la vida del cristiano, muchos Santos de los Últimos Días como Joan asumen que los cristianos evangélicos creen que son libres de ser tan malos como quieran ser. Después de todo, se preguntan, ¿qué incentivo habría para que una persona con la salvación garantizada dejara de pecar? Dietrich Bonhoeffer acuñó el término «gracia barata» para referirse a «la predicación del perdón sin requerir arrepentimiento, el bautismo sin la disciplina eclesiástica, la Comunión sin la confesión, la absolución sin la confesión personal. La gracia barata es la gracia sin discipulado, la gracia sin la cruz, la gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado».13 A continuación, explicó la «gracia costosa».

«Esa gracia es costosa porque nos llama a seguir, y es gracia porque nos llama a seguir a Jesús Cristo. Es costosa porque le cuesta a un hombre su vida, y es gracia porque le da al hombre la única vida verdadera. Es costosa porque condena el pecado, y es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, es costosa porque le costó a Dios la vida de Su Hijo: ‘fuisteis comprados por un precio’ y lo que ha costado mucho a Dios no puede ser barato para nosotros. Sobre todo, es gracia porque Dios no consideró a Su Hijo como un precio demasiado caro para pagar por nuestra vida, sino que lo entregó por nosotros. La gracia costosa es la Encarnación de Dios».14

La gracia barata no comprende el significado de la cruz, que según Bonhoeffer «ha sido la ruina de más cristianos que cualquier mandamiento de obras».15 Y agregó: «La obediencia permanece separada de la fe. Desde el punto de vista de la justificación es necesario separarlas, pero nunca debemos perder de vista su unidad esencial. Porque la fe solo es real cuando hay obediencia, nunca sin ella, y la fe solo se convierte en fe en el acto de obediencia».16

La idea de que los cristianos creen que pueden ser tan malos como quisieran, no es un concepto bíblico; al contrario, la Palabra de Dios está repleta de mandamientos que nos instan a huir del pecado. Romanos 6:1-2 lo deja claro: «¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?». El versículo 15 agrega: «¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!». Para el verdadero creyente, el pecado no es considerado el amo. Otros versículos en este capítulo de Romanos confirman esta idea:

  • 6:6-7: «Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado».
  • 6:11-14: «Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. 12 Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias; 13 ni presenten los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, pues no están bajo la ley sino bajo la gracia».
  • 6:19: «Hablo en términos humanos, por causa de la debilidad de su carne. Porque de la manera que ustedes presentaron sus miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presenten sus miembros como esclavos a la justicia, para santificación».

Wayne Grudem suministra un buen resumen de Romanos 6 al escribir: «Entonces, esta ruptura inicial con el pecado involucra una reorientación de nuestros deseos para que ya no tengamos un amor dominante por el pecado en nuestras vidas. Pablo sabe que sus lectores eran antes esclavos del pecado (como todos los incrédulos), pero dice que ya no lo son».17 Mientras que los cristianos lucharán por tener la actitud correcta y hacer las cosas correctas, esto no significa que deban contentarse con ceder a sus deseos carnales. John Piper afirma claramente: «Nadie debe decir: ‘Soy justificado por la fe; por lo tanto, no necesito obedecer los mandamientos de Dios’. Esa actitud es una señal de que el corazón de una persona no ha sido penetrado por la verdadera naturaleza de la fe justificadora».18 Como dijo J. C. Ryle, un obispo de Liverpool, Inglaterra, en el siglo XIX, «Si tú y el pecado son amigos, tú y Dios aún no están reconciliados».19

En Romanos 7:15-20, Pablo enseña que convertirse en un cristiano no es una fórmula mágica que eliminará la naturaleza pecadora:

«Porque lo que hago, no lo entiendo. Porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. 17 Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. 18 Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. 19 Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. 20 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí».

En el versículo 24, Pablo agregó: «¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?». Muchos fieles Santos de los Últimos Días se esfuerzan por hacer lo correcto, pero se decepcionan cuando sus esfuerzos se quedan continuamente cortos. Spencer W. Kimball incluso dijo que «está dentro de su poder levantarse a sí mismo por sus propios medios desde el plano en el que se encuentra hasta el plano en el que debería estar. Puede ser una elevación larga y difícil con muchos obstáculos, pero es una posibilidad real».20 El décimo presidente mormón Joseph Fielding Smith enseñó:

«Todo lo que podemos hacer por nosotros mismos se nos exige que lo hagamos. Debemos hacer nuestro propio arrepentimiento; se nos requiere obedecer cada mandamiento y vivir de acuerdo a cada palabra que sale de la boca de Dios. Si hacemos esto, seremos liberados de las consecuencias de nuestros propios pecados. El plan de salvación se basa en este fundamento. Ningún hombre puede salvarse sin cumplir estas leyes».21

La respuesta de estas dos autoridades mormonas es muy diferente de lo que dijo Pablo en Romanos 7:25 para explicar cómo el cristiano es librado de la muerte «¡por Jesucristo nuestro Señor!». Más adelante, en Romanos 8:1-2, Pablo promete: «Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte». Vivir de la manera que Dios quiere demanda esfuerzo, ya que el creyente recibe el poder de Dios. Como dice Hebreos 13:20-21, Dios «los haga aptos en toda obra buena para hacer Su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él». Este consuelo es proporcionado para que los cristianos puedan animar a los demás (2ª Corintios 1:3-4).

Aun así, habrá mucha oposición en la búsqueda de la santidad por parte del cristiano, tanto en el ámbito físico como en el espiritual. Según Efesios 6:11-12, a los cristianos se les ha proporcionado «toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del diablo». Esta armadura incluye ceñir la cintura con la verdad (14a), la coraza de la justicia (14b), calzarse los pies para anunciar el evangelio de la paz (v. 15), bajar el escudo de la fe para «apagar todos los dardos encendidos del maligno» (v. 16), el casco de la salvación (v. 17), «y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios». Por último, está la capacidad de orar «en todo tiempo en el Espíritu» (v. 18).

Romanos 12:1 dirige a los cristianos a presentar «sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios». Los sacrificios de animales estaban destinados a la muerte, al igual que el cristiano ha sido llamado a estar «muerto al pecado», como fue citado anteriormente en Romanos 6:11-14. A los cristianos se les ha dicho, que «no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Romanos 12:2). Esto se debe a que los cristianos deben considerarse «forasteros y peregrinos» (1ª Pedro 2:11). Romanos 13:14 es un mandato directo sobre cómo debe vivir el cristiano: «Antes bien, vístanse del Señor Jesucristo, y no piensen en proveer para las lujurias de la carne». Hasta que una persona decida no conformarse a los caminos de este mundo, nunca encontrará la satisfacción. La Biblia deja en claro que seguir la voluntad de Dios en lugar de ir tras los deseos carnales es la clave para una vida victoriosa.

ARREPENTIMIENTO, BAUTISMO Y LA CENA DEL SEÑOR

En este punto, Joan decidió mencionar Hechos 2:38, que dice: «Entonces Pedro les dijo: ‘Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo’».

Preguntó: «¿No muestra esto que el bautismo es un requisito para la salvación?».

Hechos 2:38 necesita considerarse en el contexto. Primero, arrepentimiento es sentir dolor por el pecado y repudiarlo, con la determinación de obedecer. 2ª Corintios 7:10 declara: «Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento queconduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte». Cuando una persona cree, el arrepentimiento de pecados es necesario, como lo describió J. I. Packer:

«En el Nuevo Testamento, la palabra para arrepentimiento significa cambiar la mente de uno de modo que los puntos de vista, los valores, las metas y los caminos de uno son cambiados y toda la vida de uno sea vivida de forma diferente. El cambio es radical, tanto interior como exteriormente; mente y juicio, voluntad y afectos, comportamiento y estilo de vida, motivos y propósitos, todo está implicado. Arrepentirse significa comenzar una nueva vida».22

Grudem escribe que,

«El genuino arrepentimiento resultará en una vida cambiada. De hecho, una persona verdaderamente arrepentida empezará de una, a vivir una vida cambiada y nosotros podemos llamar a esa vida cambiada, el fruto del arrepentimiento. Pero nunca debemos intentar exigir que haya un período de tiempo en el que una persona realmente viva una vida cambiada antes de darle la seguridad del perdón. El arrepentimiento es algo que ocurre en el corazón e involucra a toda la persona en la decisión de apartarse del pecado … Cuando acudimos a Cristo para que nos salve de nuestros pecados, al mismo tiempo nos alejamos de esos pecados de los que pedimos a Cristo que nos salve. Si eso no fuera cierto, nuestro acudir a Cristo para la salvación del pecado difícilmente podría ser un auténtico acudir a Él, o confiar en Él».23

Aquellos que creen que el bautismo es un requisito para la salvación se les conoce como «regeneracionistas bautismales». Joan mencionó Hechos 2:38 en apoyo de este punto de vista. En respuesta, algunos eruditos griegos –incluyendo a Julius Mantey y A. T. Robertson–dicen que la palabra para (el griego «eis», y pronunciada «ace») puede significar «a causa de».24 Un uso similar se encuentra en Mateo 12:41: «Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y miren, algo más grande que Jonás está aquí». ¿Se arrepintieron los ninivitas para recibir la predicación de Jonás? ¿O se arrepintieron a causa de la predicación?

Al analizar Hechos 2:38, el estudioso del Nuevo Testamento Daniel Wallace adopta un enfoque ligeramente diferente al referirse a Hechos 10:44-46. Este pasaje afirma que «el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles» permitiéndoles hablar usando el don de lenguas. Cuando Pedro observó este fenómeno, ordenó que los gentiles se bautizaran (v. 48), a pesar de que ya manifestaban el don del Espíritu Santo. El bautismo en agua vino después de este acontecimiento, no antes. H. Wayne House escribe: «El incidente en la casa de Cornelio plantea serios problemas para la regeneración bautismal».25 Posteriormente, al defender sus acciones ante la iglesia de Jerusalén, Pedro añade: «Por tanto, si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder impedírselo a Dios?» (Hechos 11:17).

Por lo tanto, fue a través del acto de creer de los cristianos, no del bautismo, que el Espíritu Santo entró en la vida de los creyentes. 1ª Corintios 12:13 registra: «Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres. A todos se nos dio a beber del mismo Espíritu». El bautismo al que se hace referencia aquí es el bautismo del Espíritu, no el bautismo en agua, como lo describe Gordon Fee:

«Debido al verbo ‘bautizar’, a menudo se supone que Pablo se refiere al sacramento del bautismo en agua, y entonces se suele argumentar además que este texto apoya el estrecho vínculo de la recepción del Espíritu con el propio bautismo. Pero eso supone más de lo que realmente se dice. Si bien es cierto que en un principio este verbo se convirtió en el término técnico para designar el rito iniciático cristiano, no se puede suponer por ello que Pablo pretendiera dar aquí su sentido técnico … ya que es difícil encontrar una ecuación entre el bautismo y la recepción del Espíritu en las cartas de Pablo. Se supone que ambos están en el comienzo de la experiencia cristiana, pero no están específicamente vinculados de tal manera que el Espíritu se reciba en el bautismo».26

Otro punto relativo a Hechos 2:38 es que Pedro, en el capítulo siguiente, da un sermón diferente a una nueva audiencia y para nada, mencionó el bautismo. Ordenó a sus oyentes que se arrepintieran «… para que sus pecados sean borrados, a fin de que tiempos de alivio vengan de la presencia del Señor» (Hechos 3:19). Si el bautismo es necesario para la salvación, dejar de lado el concepto en el siguiente sermón a una nueva audiencia parece inconsistente.

Otro pasaje utilizado a menudo para apoyar la regeneración bautismal es Romanos 6:3-4: «¿O no saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte? Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida».

Cuando el converso es sumergido en el agua, el simbolismo es la muerte (entrar en la tumba). La persona bautizada que sale del agua simboliza la resurrección de la tumba. La persona es figurativamente sepultada con Cristo y resucitada para convertirse en una nueva creación espiritual. Puede ser comparado a una oruga que ya no se ve obligada a comer hojas insípidas. A través de una metamorfosis, el insecto transformado es libre para volar y desea el néctar, una dieta mucho más sabrosa.27

Existen otras razones bíblicas por las que los cristianos no creen que el bautismo sea un requisito para que una persona sea justificada de sus pecados. Como se mostró en el capítulo anterior, múltiples versículos declaran que las obras de una persona son incapaces de limpiar el pecado. Además, el apóstol Pablo escribió en 1ª Corintios 1:14-15 que estaba agradecido a Dios por el hecho de que normalmente no bautizaba a los conversos, dejando claro en el versículo 17 que «Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio …» Si el bautismo es un requisito para el perdón de los pecados, su aceptación no tiene sentido. Por lo que sabemos, ni siquiera Jesús bautizó a nadie durante Su ministerio.

Wayne Grudem escribe: «Decir que el bautismo o cualquier otra acción es necesaria para la salvación es decir que no somos justificados solo por la fe, sino por la fe más una cierta ‘obra’, la obra del bautismo. El apóstol Pablo se habría opuesto a la idea de que el bautismo es necesario para la salvación con la misma firmeza con la que se opuso a la idea similar de que la circuncisión era necesaria para la salvación (leer, Gálatas 5:1-2)».28 Millard Erickson agrega que, «El bautismo presupone la fe y la salvación a la que conduce la fe. Es, pues, un testimonio de que uno ya ha sido regenerado. Si hay un beneficio espiritual, es el hecho de que el bautismo nos hace miembros o partícipes de la iglesia local».29

Al mismo tiempo, los cristianos hacen hincapié (o al menos deberían hacerlo) en la importancia del bautismo en la función de la santificación. Jesús fue bautizado como ejemplo para sus seguidores. Como dice G. R. Beasley-Murray, este acto fue «su primer paso para cargar con los pecados del mundo».30 Por tanto, el propósito del bautismo, «es un acto abierto y público que expresa una decisión y una intención internas; puesto que se realiza al aire libre, y no en secreto. Por su naturaleza, se convierte en una confesión de una fe y una lealtad abrazadas … Si el bautismo es un ‘instrumento de entrega’ por parte de quien ha sido conquistado por el amor de Cristo, es igualmente la acogida graciosa del pecador por parte del Señor que lo ha buscado y encontrado».31

Cada vez que una persona, en el Nuevo Testamento, mostraba fe, el bautismo parecía ser la respuesta inmediata. Por ejemplo, Hechos 2:41 dice que «… los que habían recibido su palabra (las de Pedro) fueron bautizados …» (Lea también, Hechos 16:14-15, 32-33; 1ª Corintios 1:16). Al igual que el nieto que recibió el gran regalo de su abuelo estaba encantado de cortar el césped en casa de su abuelo, es un privilegio hacer lo correcto. Así de sencillo. No hay calificación o retribución por bautizarse. Bonhoeffer escribió:

«Cuando Jesús llamaba a los hombres a seguirlo, les convocaba a un acto visible de obediencia. Seguir a Jesús era un acto público. El bautismo es también un acto público, pues es el medio por el que un miembro es injertado en el cuerpo visible de Cristo (Gálatas 3:27ss; 1ª Corintios 12:13). La ruptura con el mundo que se ha realizado en Cristo ya no puede permanecer oculta; debe salir a la luz mediante la pertenencia a la Iglesia y la participación en su vida y culto. Al unirse a la Iglesia, el cristiano sale del mundo, de su trabajo y de su familia, y se sitúa visiblemente en la comunión con Jesucristo».32

En cuanto al método del bautismo, existen tres diferentes practicados por los cristianos: la inmersión (una inmersión completa en agua), la afusión (verter agua sobre la cabeza) y la aspersión (rociar agua). Algunas iglesias rocían ligeramente agua sobre la cabeza de un bebé, incluso cuando no se ha manifestado una creencia personal. Otras, prefieren reservar el bautismo para quienes han profesado fe en Cristo, lo que se denomina bautismo del creyente. Este método excluye a los bebés, ya que implica la inmersión como símbolo de la nueva vida que ha tenido lugar, ya que la palabra griega para bautismo significa sumergir o mojar. Colosenses 2:12 registra que el cristiano, «habiendo sido sepultados con Él en el bautismo, en el cual también han resucitado con Él por la fe en la acción del poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos».

¿Es el bautismo algo que se hace para obtener la justificación y el perdón de los pecados? No. Es algo que se hace por la justificación y el perdón de los pecados. Si usted es un cristiano que no ha sido bautizado, considere hablar con su pastor acerca de esto, incluso si alguna vez fue bautizado en la Iglesia de los SUD.

La segunda ordenanza que se practica en las iglesias evangélicas es la comunión, también conocida como eucaristía. También se denomina Cena del Señor, ya que Jesús sirvió pan y vino a Sus discípulos la noche antes de morir (Mateo 26:26-29). La celebración de la comunión conmemora el acontecimiento y permite la unidad de los creyentes cristianos al participar juntos en la comida. A diferencia del sacramento semanal de los Santos de los Últimos Días, en el que el agua y el pan son los elementos, las congregaciones cristianas protestantes suelen utilizar pan u obleas y zumo de uvas o vino como elementos. Esta ordenanza se celebra en las iglesias cristianas locales, ya sea semanal, mensual o trimestralmente. Se hace para simbolizar la muerte de Jesús, con el pan o la hostia representando Su cuerpo y el zumo de uvas o el vino simbolizando Su sangre.33 Pablo escribe en 1ª Corintios 11:23-26:

«Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: ‘Esto es Mi cuerpo que es para ustedes; hagan esto en memoria de Mí’. 25 De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; hagan esto cuantas veces la beban en memoria de Mí’. 26 Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga».

Los elementos proporcionan un poderoso simbolismo en esta ceremonia seria. Grudem muestra cómo Jesús afirma Su amor a través de la comunión:

«El hecho de que yo pueda participar en la Cena del Señor –de hecho, que Jesús me invite a venir– es un vívido recordatorio y una reafirmación visual de que Jesús Cristo me ama, individual y personalmente. Cuando vengo a tomar la Cena del Señor, me reafirmo una y otra vez en el amor personal de Cristo por mí …

Cuando acudo a la invitación de Cristo a la Cena del Señor, el hecho de que me haya invitado a Su presencia me asegura que tiene abundantes bendiciones para mí. En esta Cena estoy realmente comiendo y bebiendo anticipadamente de la gran mesa del banquete del Rey. Vengo a Su mesa como miembro de Su familia eterna. Cuando el Señor me acoge en esta mesa, me asegura que me acogerá también con todas las demás bendiciones de la tierra y del cielo, y especialmente en la gran cena de las bodas del Cordero, en la que se me ha reservado un lugar».34

Participar de esta ordenanza debe hacerse con gran reverencia, como Pablo ordenó en 1ª Corintios 11:27-28. En los versículos 29-30 escribió que la enfermedad y la muerte podrían ser el resultado si la comunión se toma de manera incorrecta. Muchos pastores pueden explicar esto antes de repartir los elementos mientras enfatizan que la ordenanza es sólo para creyentes.

CONCLUSIÓN

La conversación con Joan llegaba a su fin y quise presentar una versión rápida del Evangelio.

«Es posible saber que se tiene vida eterna. En 1ª Juan 5:13, él escribió: ‘Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna’. Juan no dijo ‘para que puedan pensar’ o ‘puedan esperar’, sino ‘para que sepan que tienen vida eterna’. No hay manera de tener la ‘paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento’, como se describe en Filipenses 4:7, a menos que se tenga la seguridad de la salvación. Y quiero que tenga esa seguridad. Pero necesita confiar en Jesús y no en sus obras. Usted nunca será capaz de hacer lo suficiente para cubrir su pecado».

En cuanto a la seguridad de la salvación, Keller hace un gran punto:

«La seguridad de la salvación no es posible si pensamos que debemos ganar o incluso mantener nuestra salvación por nuestros esfuerzos. Si nos mantenemos salvos por medio de una buena vida, ¿cómo podríamos estar seguros de que estamos siendo lo suficientemente buenos para conservar el favor de Dios? Sin embargo, la Biblia dice a menudo que los cristianos podemos saber que estamos a salvo y salvados (por ejemplo: 1ª Juan 2:3). En otras palabras, no ganamos nuestra salvación por nuestro comportamiento, y no podemos ‘dejarla-de-ganar’ por nuestro comportamiento».35

Joan no estaba preparada para comprometerse. Es poco probable conseguir que una persona cambie su mentalidad de «hacerlo mejor y ser mejor» de la noche a la mañana. Por lo menos, quería que supiera que los cristianos no minimizan el fruto espiritual que Jesús dijo que debían tener. Tal vez el próximo cristiano con el que se encontrará podría seguir y continuar una discusión evangélica con ella. ¿Quizás el próximo cristiano en la fila sea usted?

PREGUNTAS DE DISCUSIÓN

  1. ¿Cómo se pueden conciliar Santiago 2:20 y 26 con Efesios 2:8-9? ¿Qué papel desempeñan las obras en la vida del cristiano?
  2. Supongamos que alguien le dijera: «No necesito hacer buenas obras porque soy salvo por la fe». Si este creyente siente que hay libertad para pecar voluntariamente como cristiano, ¿cómo respondería usted usando un punto de vista bíblico?
  3. En la ilustración de los diez millones de dólares, el adolescente puede haber pensado que había pagado su «regalo» y que se había «ganado» ese dinero. Interpreta el papel del abuelo cuando se entera de esto. ¿Cuál sería una respuesta adecuada para ayudar al chico a que aprenda de lo que ha entendido?
  4. ¿Qué papel desempeña el bautismo en agua en la vida del creyente? En cuanto al método del bautismo, ¿qué prefiere? ¿La aspersión, el derramamiento de agua o la inmersión en agua? ¿Por qué?
  5. ¿Por qué es importante celebrar la Cena del Señor? ¿Cuál es el simbolismo de los elementos?

FUENTES RECOMENDADAS

Dietrich Bonhoeffer, El Costo del Discipulado (en inglés, The Cost of Discipleship [Nueva York: Collier Books, 1963]).

CAPÍTULO 9 – SANTIFICACIÓN: UNA VIDA MARCADA POR LAS BUENAS OBRAS

  1. Leer, Levítico 11:44-45; 19:2; 20:7; 1ª Pedro 1:15-16.
  2. Timothy Keller, Galatians for You (Epsom, UK: Good Book Company, 2013), 143.
  3. R. C. Sproul, What Do Jesus’ Parables Mean? (Orlando, FL: Reformation Trust, 2017), 31.
  4. J. I. Packer, Keep in Step with the Spirit (Old Tappan, NJ: Fleming H. Revell, 1984), 26-27.
  5. Dietrich Bonhoeffer, El Costo del Discipulado (en inglés, The Cost of Discipleship [New York: Collier Books, 1963]), 333.
  6. Packer, Keep in Step with the Spirit, 91. Las elipsis son mías.
  7. John Piper, Providencia (en inglés, Providence [Wheaton, IL: Crossway, 2020]), 626. Cursivas en el original. Las elipsis son mías.
  8. Sin importar el punto de vista de uno sobre los dones de señales –incluyendo lenguas, interpretación de lenguas, sanidades, milagros y profecía– la Biblia nunca enseña que una persona debe hablar en lenguas (o ejercitar cualquiera de estos otros dones) para ser considerado un creyente bautizado por el Espíritu. Pablo escribió en 1ª Corintios 13 que el amor supera a los dones de lenguas y profecías. En el capítulo siguiente, enseñó cómo sería mejor para alguien «hablar cinco palabras» inteligentemente «que diez mil palabras en una lengua» (v. 19).
  9. Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una Introducción a la Doctrina Bíblica (en inglés, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine [Grand Rapids, MI: Zondervan Academic, 1994]), 782.
  10. Packer, Keep in Step with the Spirit, 157.
  11. Leer también Oseas 6:3-6 y Miqueas 6:6-8.
  12. Muchos otros versículos apoyan la idea de que las buenas obras seguirán a la fe, incluyendo Isaías 1:17; Juan 14:15,21; 1ª Corintios 15:58; 2ª Corintios 9:8; Colosenses 3:23-24; Tito 2:7; 3:14; Hebreos 10:24-25; 1 Juan 2:4; 2 Juan 6; 3 Juan 4,11.
  13. Bonhoeffer, El Costo del Discipulado (en inglés, The Cost of Discipleship), 47.
  14. Ibíd., 47-48. Cursivas en el original.
  15. ibíd., 59.
  16. ibíd., 69.
  17. Grudem, Teología Sistemática (en inglés, Systematic Theology), 748.
  18. Piper, Providencia (en inglés, Providence), 593.
  19. J. C. Ryle, Old Paths (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1999), 199-200.
  20. Doctrina del Evangelio, Manual del alumno (en inglés, Doctrines of the Gospel Student Manual (Religion 430 and 431) (Salt Lake City, UT: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1986), 52.
  21. Joseph Fielding Smith, El Camino Hacia la Perfección (en inglés, The Way to Perfection [Salt Lake City, UT: Deseret Publishing, 1984]), 172.
  22. J. I. Packer, Teología concisa para todos: Una guía de las creencias del cristianismo histórico (en inglés, Concise Theology: A Guide to Historic Christian Beliefs [Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, 1993]), 162.
  23. Grudem, Teología Sistemática (en inglés, Systematic Theology), 713-14. Cursivas en el original. Las elipsis son mías.
  24. La construcción se denomina «acusativo de causa», según la cual «el sustantivo indica el motivo de la acción. Responde a la pregunta, ¿Por qué?». James A. Brooks y Carlton L. Winbery, Syntax of New Testament Greek (Lanham, MD: University Press of American, 1988), 60.
  25. H. Wayne House, “Baptism for the Forgiveness of Sins (Part 2),” Christian Research Journal, vol. 22, no. 3, 2000.
  26. G.R. Beasley-Murray, Baptism in the New Testament (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans, 1990), 49.
  27. ibíd., 101-2.
  28. Bonhoeffer, El Costo del Discipulado (en inglés, The Cost of Discipleship, 259-60. El papel de la iglesia será tratado en el capítulo 19).
  29. Timothy Keller, Galatians for You (Epsom, UK: Good Book Company, 2013), 134.

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